Pecadores en manos de un Dios airado
"A su tiempo su pie resbalará" (Deuteronomio 32:35)
7/7/20245 min read


Este es un sermón típico del Gran Despertar, que enfatiza la enseñanza de que el infierno es real, un lugar que realmente existe. Pecadores en las manos de un Dios airado continúa siendo el ejemplo principal de un sermón de que provoca un verdadero avivamiento y aún sigue retándonos y persuadiendo sobre nuestra realidad espiritual.
Un día histórico fue el 8 de julio de 1741, cuando en Enfield, Connecticut, una colonia británica por aquel entonces, se produjo un estallido de emociones, lágrimas y clamores sin precedentes en esta fría y tranquila localidad. La causa del tumulto fue la predicación que realizó un pastor invitado llamado Jonathan Edwards (1703-1758) en la iglesia del pueblo. El título de su mensaje era Pecadores en las manos de un Dios airado.
Jonathan Edwards fue el predicador elegido para dirigirse a la congregación de Enfield, una iglesia que se caracterizaba por su indiferencia religiosa, en un contexto en el que Nueva Inglaterra estaba experimentando un poderoso avivamiento, que más tarde se llamaría El Gran Despertar. Edwards no lo sabía, pero su sermón sería el detonante de una transformación espiritual en el marco de este movimiento singular en la historia del cristianismo.
Edwards no era un predicador que se caracterizara por su voz potente o su elocuencia. Su forma de predicar era simple: hablaba con voz suave y sin apenas moverse; solo recitaba lo que había escrito y aprendido de memoria. No era la primera vez que pronunciaba este sermón, ya que lo había hecho antes en su iglesia de Northampton, Massachusetts, sin que se supiera qué efecto había causado.
De acuerdo con la historia, Edwards no era el orador programado para dar el mensaje ese día. Él era un reemplazo. Para colmo, la audiencia era desafiante. Las personas que acudían al culto no mostraban ningún interés especial. No había un clima de expectación ni de reverencia. Ni siquiera prestaban atención cortés o respetuosa.
Edwards empezó a predicar entonces. No tenemos mucha información sobre cómo lo hizo. No conocemos el estilo que empleó, el tono exacto de su voz o los detalles de su técnica. Sólo contamos con algunos testimonios de lo que ocurrió ese día.
Tras leer a los asistentes el versículo de Deuteronomio 32:35, Edwards hizo cuatro comentarios sobre los incrédulos que aparecen en el versículo: que los israelitas siempre estuvieron en riesgo de ser destruidos, que siempre estuvieron en riesgo de ser destruidos de forma repentina e inesperada, que estuvieron en riesgo de caer por su propio peso, y que la razón por la que no habían caído era “porque aún no había llegado el momento fijado por Dios”.
Basado en el análisis exegético puritano, Edwards primero examina el texto bíblico para extraer su esencia doctrinal. Edwards descubrió que el mensaje principal de este texto era "Que la única razón por la que los hombres malvados no caen al infierno en cualquier momento es la mera voluntad de Dios". Luego, Edwards busca las enseñanzas del evangelio en el texto a través de diez observaciones, y finalmente las aplica a la realidad de los oyentes en cuatro puntos.
Terror en la congregación
Edwards utilizó en su sermón una serie de imágenes impactantes para describir los terrores del infierno y la justicia de Dios, que provocaron pánico y angustia entre los oyentes que se imaginaban el destino de los pecadores. Con un lenguaje preciso y detallado, el predicador pintó un cuadro escalofriante de la condenación eterna que aguardaba a los malvados.
El diablo está listo para arremeter contra ellos y tomarlos como suyos en el preciso instante que Dios se lo permita. Le pertenecen a él; posee sus almas y están bajo su dominio. Las Escrituras los presentan como su posesión. Los demonios los vigilan, siempre están a su lado, los están esperando como leones hambrientos y codiciosos que ven su presa y esperan tenerla, pero por el momento se retiene. Si Dios retirara su mano que los detiene, arremeterían sobre sus pobres almas. La serpiente antigua los ansía, el infierno abre su amplia boca para recibirlos; y si Dios lo permitiera, serían rápidamente tragados y perdidos.
Las palabras que usaba Edwards eran tan poderosas y detalladas que el público se estremecía al imaginar que el suelo se resquebrajaba bajo sus pies y los arrastraba hacia las profundidades del infierno y el tormento sin fin.
Tu iniquidad te hace pesado como el plomo y te haría caer con gran peso y presión hacia el infierno, y si Dios te soltara, te hundirías inmediatamente, cayendo velozmente en el abismo sin fondo; y tu buena salud, el hecho de que te cuides y los medios usados para tu subsistencia, y toda tu justicia y rectitud no tendrían ninguna influencia para sostenerte e impedir que caigas al infierno.
Para Edwards, el mayor acto de amor que podía realizar era alertar a las personas sobre el riesgo de vivir sin Cristo y su justicia, que se obtiene por medio de la fe.
… Y si Dios te soltara, te hundirías inmediatamente, cayendo velozmente en el abismo sin fondo; y tu buena salud, el hecho de que te cuides y los medios usados para tu subsistencia y toda tu justicia y rectitud no tiene ninguna influencia para sostenerte e impedir que caigas al infierno, tal como una tela de araña no puede detener una roca al caer. Dios te mantiene sobre el abismo del infierno, muy parecido a como uno sujeta a un insecto repugnante sobre el fuego… Es solo por eso y ninguna otra cosa que no te fuiste al infierno anoche, que pudiste despertar una vez más en este mundo después de haber cerrado tus ojos para dormir, y no hay ninguna otra razón sino la mano de Dios, por la cual no has caído en el infierno desde que te levantaste esta mañana.
Edwards tuvo que interrumpir su discurso aquel día. Los alaridos de pánico de las personas que lo oían no le permitieron terminar, mientras suplicaban "¿Cómo puedo obtener la salvación?". El propósito de Edwards era concluir su sermón mostrando el alivio del evangelio. Paradójicamente, sus oyentes no lo dejaron llegar a ese punto.
A pesar de su fama, este sermón no es un ejemplo típico de la predicación calvinista del Gran Despertar, ni una muestra de la crueldad de Edwards hacia la justicia divina. Hay que entender el contexto histórico. En esa época, era muy frecuente hablar del infierno en los sermones. Lo que hizo diferente a este sermón fue la forma en que presentó el infierno, no el tema en sí.
Edwards quería revelar la majestad de Dios y la urgencia del pecador de recibir esa majestad por medio de Cristo. Esto se hace evidente al examinar la vida, la obra y el pensamiento de Edwards. Este sermón ha sido objeto de numerosos estudios por parte de lingüistas, psicólogos y expertos que lo han relacionado con la física newtoniana, el arte de la narrativa y la elocuencia, y la estructura lógica y rítmica de un discurso.
¡Oh, pecadores, escuchad la voz de vuestro Dios airado, que os amenaza con lanzaros al fuego eterno! ¿No sabéis que el infierno es real, un lugar que realmente existe, donde sufriréis tormentos inimaginables por toda la eternidad? ¿No teméis la ira del Todopoderoso, que puede aplastaros como a gusanos en cualquier momento? ¿No sentís el peso de vuestros pecados, que os hacen merecedores de tan horrible destino? ¡Arrepentíos, pues, de vuestra maldad, y buscad la gracia de Dios, que os ofrece el perdón y la vida eterna por medio de su Hijo Jesucristo! ¡No dejéis pasar esta oportunidad, que puede ser la última que tengáis! ¡Huid del infierno, y corred hacia el cielo!
¿Y tú? ¿Qué tan consciente eres de la realidad del infierno?